“Jugar con las cosas sirve para conocerlas mejor. Y no veo la utilidad de poner límites a la libertad del juego, que sería como negarle la función formativa y cognoscitiva. La fantasía no es un ‘lobo malo’ del que haya que tener miedo, o un delito a perseguir permanentemente con puntilloso patrullamiento. (…) La función creadora de la imaginación pertenece al hombre común, al científico, al técnico; es tan necesaria para los descubrimientos científicos como para el nacimiento de la obra de arte; es incluso condición necesaria de la vida cotidiana…”
Luis Pescetti:
“De
la misma manera que a los cuentos se los utilizó como vehículos de
mensajes morales, a los juegos se los usa con objetivos pedagógicos. Lo
repetiremos: las lecciones disfrazadas de juego son una trampa que el
niño siempre reconoce. (…) Sólo una sociedad enferma como la nuestra
necesita una justificación para permitir el juego.
“En
el otro extremo están quienes utilizan los juegos como elementos de
mero entretenimiento, de distracción, para calmar a los niños cuando el
grupo está muy excitado. Hacer esto es como utilizar un piano para
sostener libros o una guitarra para leña; se puede, pero nos estamos
perdiendo lo mejor.
“Un
juego es una totalidad muy compleja que apunta a una infinidad de
aspectos. No es una herramienta de adiestramiento. Se parece más a una
obra de arte: nadie ve un cuadro para desarrollar su sensibilidad al
amarillo. Podríamos decir que un juego es como una obra de arte (en la
mayoría de los casos: anónima y colectiva) que sólo existe cuando se la
practica y para quienes la practican, no para los que miran de afuera.
(…)
“Una
actividad lúdica bien utilizada es una poderosa herramienta de cambio.
Los juegos son herramientas de la alegría, y la alegría además de valer
en sí misma es una herramienta de la libertad.”