viernes, 1 de noviembre de 2013

Fragmentos del texto acerca de la cocina de la escritura de los libros sobre Xul Solar, Quinquela Martín y Molina Campos que leí en ocasión de las Jornadas Poéticas de la Literatura Argentina para Niños 2011, organizadas en la Universidad Nacional de La Plata por la Dra. Valeria Sardi y la Lic.Cristina Blake.


"...La colección Pinta tu aldea de Ed. Calibroscopio lleva tres libros publicados: Mago Xul, sobre el mundo de Xul Solar;Quinquela, el pintor de La Boca, sobre la vida y la obra de Benito Quinquela Martín y Cuentos que son de verdá, sobre el mundo de Florencio Molina Campos, los textos de los cuales se me encargó escribir.
Para hacer los dos primeros: Mago Xul y Quinquela, nos pusimos de acuerdo con el equipo editorial en que dado que serían libros de arte para chicos el contenido no sería la típica biografía de artista ni el relato de su vida contado en primera persona, sino una forma que nos parecía más atractiva para los que lo iban a leer: relatar los hechos biográficos como si se estuviera contando un cuento.




Charlado este punto y alguno más, se me dejó libertad para hacer. Así que me avoqué a pensar unos relatos que basados en la biografía de los artistas tuvieran algo de ficción o se asemejaran a ella. Lo primero que hice fue documentarme sobre la vida del artista que me propuso la editorial. Lo segundo fue elegir la faceta o lado por donde quería entrar a contar, y luego me dediqué a buscar un clima. En el caso de estos libros tenía que ver qué faceta del artista que me ocupaba me permitiría encontrar el clima adecuado y en el que yo me sintiera cómoda para desarrollar el relato. Superada que tuve esa instancia, para mí la más ardua, mi voz se puso a contar solita estas vidas con cierta cadencia, con un decir poético, que creo es el modo que más se adecua a la hora de traducir la belleza que conlleva el acto creativo en la vida de un artista. Para hablar sobre el mundo de Xul Solar leí biografías y comentarios, visité el museo que está en la casa donde vivió, vi su obra. A partir de ahí decidí tener en cuenta sobre todo su lado esotérico y el que sus amigos lo llamaran mago. Me ayudaron también para adentrarme en el clima los primeros párrafos de un libro que quiero mucho: “La escuela de las hadas” de Conrado Nalé Roxlo, que evoca el origen de esos seres misteriosos. Y mi relato sobre Xul comienza hablando de los grandes magos, los creadores y de un ser destinado a las artes de la magia, para seguir de esta manera: “Un día soleado de mitad de diciembre, con el aire cargado de olor a mirra y a flores de azafrán, a orillas de un río en el Delta del Paraná nació un niño, futuro mago, al que llamaron Alejandro”.  Me adentré en un mundo mágico sin apartarme de los hechos reales de la vida del artista. No sé si para hacerlo me ayudó mi costado de ilustradora o el tener que escribir sobre un creador, pero lo cierto es que las imágenes iban apareciendo en mi mente mientras las describía con palabras.
Para escribir el texto sobre el mundo de Quinquela Martín hice el mismo recorrido: leer sobre su vida, visitar el museo para ver su obra y el lugar donde vivió, caminar por las calles de su barrio y charlar con la investigadora del museo que me contagió su admiración por el ser humano que había en Quinquela. Esta semblanza de su personalidad más algunos detalles de su vida que me hicieron recordar momentos que yo había vivido de chica, como el puerto donde trabajaba mi padre y al que me llevaba para que yo después me quedara soñando con los barcos, poblaron mi relato de una atmósfera de evocación de algo que me era familiar. Con ese clima construí un relato emotivo sobre la vida de Benito que dice así cuando habla del puerto: “Todo esto ocurría en un barrio que crecía alrededor de un puerto sobre un río de aguas oscuras. Cada día de ese puerto era un movimiento incesante de barcos; un obrar de talleres, de frigoríficos, de fundiciones; un cargar y descargar de cajones de cereales, de frutas, de carbón; un barullo de gritos, golpes de martillos, sirenas; una vista de grúas, proas, mástiles y cientos de hombres trabajando”.
El libro sobre Florencio Molina Campos se supo desde el vamos que tendría diferencias con los otros dos.


Por pedido de su heredero las únicas ilustraciones que llevaría el libro serían las pinturas del artista. Así que no debía escribir un relato sobre su vida para que fuera después ilustrado. Tenía que hacer el relato buscando qué obras del pintor lo podrían acompañar. Al igual que con los otros dos libros me documenté, estuve en la fundación Molina Campos, vi su obra y releí con verdadero placer algunos pasajes de libros con temática campestre que tenía en casa de autores como Benito Lynch, Guillermo Enrique Hudson y Godofredo Daireaux, que me hicieron respirar el aire de un campo que fue “Allá lejos y hace tiempo”, como nombraría mi admirado Hudson los relatos de su infancia en la pampas argentinas. Metida entre cuatro paredes pero urgida por la necesidad de estar en persona frente a lo que estaba describiendo, empecé contando: Era un campo grande y liso como un mar sin olas. Era por todos lados la tierra tendida como descansando. Era un puro cielo, algunas tranqueras, uno que otro árbol y el perfume fresco de la tierra húmeda si había algún arroyo cerca. Era, una vez, la pampa”. 


Pero este libro no iba a ir por ese camino. Después de varias idas y venidas, se resolvió que en lugar de describir el campo y sus costumbres elegiríamos diez pinturas en las que yo me inspiraría para inventar una breve ficción con cada una.  Entonces para hacerlo tuve en cuenta el clima de las pinturas de Molina Campos. Así que lo hice con una cuota de humor y con lenguaje gauchesco. De esta manera, para la obra Tengo un percalito patrona el texto empieza: "Parecía que dentro de esos baúles le cabía un mundo a don Cosme, el mercachifle. Desde pilchas hasta cacerolas, de todo traía y desparramaba por el suelo pa' hacer brillar de codicia l'ojos de las paisanas. Si parecía un mago sacando de la galera montones de cachivaches de lujo que traía de la ciudá pa' ofrecer a las patronas y casi siempre convencer de comprar..."


En definitiva, creo que la vida de cada uno de estos hombres me dio la pista para elegir  el color con que pintaría el relato. Así, para hablar sobre Xul hice un texto con mucho de luz, como el brillo que a mi parecer Xul irradia y que acompañó Irene Singer con sus encendidos colores. Para hablar sobre Quinquela, a pesar de lo colorido de sus cuadros, elegí el gris de su guardapolvo de niño expósito que se continúa en los dibujos de Paula Adamo. Y para hablar de Molina Campos me decidí por la frescura de sus personajes y por el olor al aire del campo del que me había impregnado".





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